Seguramente conoces a más de uno o, peor, lo tienes viviendo en casa contigo. Niños que son el centro de atención único y que, de cierta manera, manejan el hogar a su antojo.
Se trata de pequeños dictadores o, como son conocidos en China, pequeños emperadores. Allí y producto de la política del hijo único, en que finalmente quedaba un nieto para cuatro abuelos, los niños pasaron a tener un poder importante dentro del hogar, en lo que se conoce como el Síndrome del Pequeño Emperador.
Síndrome del pequeño emperador
Si bien el término se empezó a utilizar el China, en casi todos los países tenemos pequeños emperadores y, si bien puede sonar hasta adorables, estos chicos crecen con un daño fuerte.
Los niños con el síndrome del pequeño emperador, son los que llevan las riendas de la casa y, de cierta manera, tienen a su padres bajo sus ordenes, siendo a veces crueles con ellos en caso de no obtener lo que desean.
Si bien suele darse en hijos únicos, también hay pequeños emperadores que tienen a algún hermano como súbdito, lo que sucede cuando hay una gran diferencia de edad. Ese hermano crecerá aplastado y con una baja autoestima.
El pequeño emperador, no sólo es mandón y malcriado, sino que también se siente presionado a ser exitoso, ya que los sueños y esperanzas de los adultos están puestos en él, no por nada se le da todo lo que ordena.
Al contrario de lo que se cree, un niño consentido o con demasiado poder no será feliz, sino que siempre buscará algo nuevo que exigir una vez que se cumple su pedido anterior. Padres e hijo o hijos, llevan una existencia llena de tensiones y malos ratos.
Qué hacer si tengo un pequeño emperador en casa
Si crees que los caprichos y personalidad de tu hijo ya se pasaron de la raya y tienes a un potencial pequeño emperador en casa, es importante trabajar para corregir sus actitudes y devolver la paz a la familia.
El trabajo no es fácil y requerirá que los padres sigan un conjunto de reglas con consistencia, lo mismo abuelos u otros adultos que estén en contacto frecuente con el chico.
Consulta al pediatra por una terapeuta infantil quien, a través del juego y sesiones grupales, podrá ir buscando la mejor forma de devolver al niño a la ruta correcta y corregir a toda una familia que está en problemas.
Ayudar a terminar con el síndrome del pequeño emperador, trae consecuencias positivas a corto y largo plazo. No sólo se recupera la paz familiar, sino que ese niño exigente y perfeccionista, recupera la capacidad de ser feliz e interactuar de forma agradable con el resto.