Creo que todas las madres y padres tienen marcada en el cabeza esa primera herida o accidente que tuvo su bebé y que, probablemente no le hizo daño, pero si les generó una culpa infinita.
Las madres sienten que cualquier cosa que les ocurre a los niños, sobre todo en los primeros años de vida, es culpa de ellas; caídas, enfermedades y eventos fortuitos, todo pudo ser prevenido, al menos en el corazón materno.
La auto culpa
Cuando una madre, mortificada, cuenta como su niño se golpeó contra la mesa, el resto de las madres se mira cómplice, pues ya pasaron por lo mismo. Es parte del rito del crecimiento, pero a las mamás les duele más que a sus hijos.
Las madres ven a sus hijos tan pequeños y vulnerables que llegaron al mundo y, su misión es protegerles mientras crecen. El trabajo de una mamá no tiene fin y tristemente no siempre es reconocido.
La culpa puede ir mucho más allá de un accidente; el volver al trabajo, enviarlos a la guardería o salir de viaje sin los hijos, también se transforman en una culpa que evita disfrutar de los momentos.
En vez de pensar qué estás haciendo mal o los errores que cometes, abre los ojos y disfruta las diferentes etapas de tu hijo, pregúntale a familiares y amigos y seguramente tendrán miles de anécdotas en las que sus niños se cayeron o lloraron cuando mamá salía.
Si bien las madres son las más severas a la hora de evaluarse a si mismas, siempre existen otras mamás que no demoran ni un segundo en juzgarnos o indicar que estamos haciendo mal, sin ser capaces de mirarse a si mismas.
Las madres que juzgan
Están en todos lados; el parque, supermercado, consulta del pediatra, escuela y últimamente las redes sociales. Serán las primeras en decirte que deberías tomar a tu bebé al ser negligente o que tienes que darle libertad ya que lo estás agotando. Sólo ellas hacen bien las cosas.
Este tipo de madres, viven para hacer saber a las otras su poderío y superioridad y, de cierta forma, son una extensión de las chicas pesadas que todas conocimos en la escuela secundaria.
La mejor forma de lidiar con ellas es ignorarlas o, si quieres responder, hacerlo de forma irónica y quedarte con la última palabra. Tu eres la que conoce a tu bebé y sus necesidades, no una extraña.
Cada mujer va armando una crianza personalizada; ningún niño, hogar o situación son iguales y hay que recordar que los chicos son resistentes: Son muy pocos los que llegan a la adultez sin cicatrices o huesos rotos, que quedan como marcas de aprendizaje en el desarrollo.
Una mamá sin culpas, se traduce en una mamá feliz con un bebé relajado y contento, listo para afrontar los desafíos del crecimiento.